16 Jan
16Jan

Aparecen desde todas las posibles dimensiones de nuestro entorno inmediato y lejano, incluso me temo desde la dimensión temporal, desde todos los ángulos pixelados, desde todos los rincones reales y virtuales del mundo presente; aparecen en forma de palabras que forman un mensaje corto inquietante, en forma de enlaces misteriosos que colocan cual trampa mortal, en forma de incorruptibles webs sonámbulas que se quedan colgadas minutos y minutos...Aparecen en cualquier situación de tu rutina, de tu ocio, de tu actividad profesional, incluso de tus perversiones. Lo desees o no, percibes su intensa omnipresencia en todos los ámbitos, y acabas, cuanto menos, conociendo su temible insistencia existencial; acabas sabiendo grosso modo sus inquietudes y anhelos, aunque sea de esta manera inicialmente superficial. Ya no depende solo de ti si quieres ahondar en su universo de palabras y enseñanzas. Ya estás en sus redes.


Todos Ellos comparten varias características comunes, que paso a enumerar y no por orden de importancia, sino tal como me salen de los huevos: se consideran grandes lectores y grandes analistas de las obras que se traen entre manos; se congratulan de ser muy originales en cuanto a las lecturas escogidas y al tipo de análisis que realizan; recomiendan libros infatigablemente; sienten la pulsión irresistible de dar a conocer al universo cuán magníficos son intelectualmente desde su aptitud lectora y crítica, que forma su modus vivendi; por último, y no menos relevante,casi con la misma ferocidad con la que recomiendan libros, practican ese proceder con las series.  Y, no hay escapatoria posible.


Tienen más cosas en común, pero la que considero no falla nunca y está siempre presente es la pedantería, además, en una escala bien altita, y sin consciencia de ella. Ello conforma un fenotipo tribu-literato urbanita bastante patético en cualquier formato que escojan para arrojar sus lecciones magistrales al exterior, y no tan fácilmente reconocibles por su aspecto y atuendo como debiera ser, aunque manejan prendas comunes: camisetas de ídolos musicales raretes, o con leyendas motivadoras, o de rayas horizontales, pantalones con muchos bolsillos exteriores, botines de colores, camisas siempre por fuera...Por lo menos los que yo trato. Pero yo aún no soy un experto en reconocerlos, ya quisiera.


Antes de la era internet, cuando no había blogs, ni redes sociales, esta jauría de seres superiores se tenían que conformar con airear en público su sapiencia en tertulias, clases, reuniones familiares o sociales, llamadas radiofónicas, cartas al director, participaciones/ interrupciones en conferencias y similares, así como en revistas literarias. Era más trabajoso para ellos, sin duda, así como para el resto de los oyentes (este último detalle es lo único que no ha cambiado hoy día: sigue siendo muy trabajoso oírlos).  


La evolución de esta nuestra civilización, que se ha tornado global para todos, adeptos o no a la causa de la inmediatez universal, ha hecho posible el milagro de su omnipresencia en la realidad virtual, desde donde nos bombardean aún sin pretenderlo uno. Aquí coloca uno un enlace no pedido, allí retwitea otro cualquier comentario no buscado, y por email te envía el amigo de un amigo de tu amigo, su majestuoso blog recién creado. Si medio utilizas habitualmente la tecnología de hoy día, te los encuentras sí o sí. Están entre nosotros. Son Los Amigos de Joyce (cuanto menos).



Poseen tal caudal de conocimiento, y muestran tal deseo de que la gente sea conocedora de la densidad, autenticidad y originalidad de este caudal, que consideran deben exteriorizar altruista, espontánea  y pedagógicamente sus virtudes y dotes, al mismo tiempo que tratan de humillar, desde su autoproclamado pedestal altanero, al que lo ignora o lo minimiza. ¡Impíos!¡Rendíos ante Mí!


Y no me refiero a escritores consagrados o a medio camino, ni me refiero a articulistas domingueros que buscan ser trendingtopic unas horas; me refiero a esos culturetas modernos de las urbes, con tardes ociosas, y un insuperable afán de pública notoriedad intelectual que desde sus blogs, perfecta e inmediatamente vinculados a los twitters y facebooks de turno, creen necesario dar lecciones al vulgo al respecto, fundamentalmente, de libros y sus autores, clásicos incluidos (de vez en cuando arriesgan), realzando y subrayando aspectos que la masa plebeya no alcanza a comprender ni a apreciar. Ellos son los Elegidos para transmitir el mensaje oculto que los mediocres no captan. Ellos son los Elegidos para colocar los puntos sobre las íes en este mundo disparatado donde reina el caos en el lirismo.


Ocurre que esta fauna sobreabunda, se encuentra en exceso en la sociedad, hay superávit de culturetas (siempre serán necesarios), y como era de esperar, interaccionan entre ellos. Y resulta muy curiosa la interacción de estos seres intelectualoides propulsados por un mismo motor, el del deseo de notoriedad, siendo estremecedor comprobar sus reacciones, sus destemplanzas, sus discursos hipócritas y sus frustraciones.


Esta interacción la pretenden embadurnar en ocasiones de un aspecto sanote y natural, cuando lo que reflejan verdaderamente es la envidia y el recelo intelectual. Se twitean recíprocamente, se hacen comentarios apuntalando tal o cual cuestión, pulsan el me gusta con inequívoco desdén, y esperan la reciprocidad de manera angustiosa.


En esta interacción, se centran en una vigilancia por los posts que publican unos y otros (“la periodicidad de sus entradas es irrisoria”) , se consideran plagiados de manera constante (“yo ya escribí sobre eso”), y no reconocen que se nutren unos de otros (“se me ha ocurrido ahora mismo”).  


De esta interacción surge una fermosa microsociedad, un microcosmos, todo virtual por supuesto, donde acaban colocando el nombre del blog del rival a la derecha del suyo, dentro de los blogs que sigo -tócate los huevos-  recomiendoSería más apropiado que redactaran blog que espío celosamente veinticuatro horas al día y que aborrezco.

Como señalé entre las características comunes de esta población sectaria, recomiendan compulsivamente libros. Digo recomendar por decir algo, pues algunos se toman este asunto muy seriamente, y prácticamente te obligan a firmar un contrato donde te comprometes a leer dicho libraco, y que posteriormente le agradezcas el haberlo leído, pues te ha cambiado la vida, como yo ya te dije.


Si denotas cierta resistencia a la lectura obligada/ recomendada (“estoy muy ocupado”, “no me apetece leer ese tipo de historias”), sueltan un discurso donde te riñen por tu vacío intelectual y escaso interés por lo que de veras merece la pena  la vida, que siempre coincide con las lecturas que ellos practican.


Si sigues su consejo y finalmente lees la obra, y por qué no, incluso te gusta, te recuerdan toda la vida y ante todo el mundo, todas las veces que haga falta, que El y solo El te recomendó esa lectura.


A veces preguntan por el libro que uno anda leyendo, y cuando reciben la respuesta, su gesto desdeñoso denota ya la superioridad que se avecina en su respuesta. Y te sueltan tres o cuatro títulos con sus respectivos autores, para que sepa la audiencia que estamos ante un ser cultivado, refinado y amante de las buenas letrasY desde ese momento, ¡peligro! te derivan hacia su temible blog.

Porque, damas y caballeros, lo peor estaba por llegar. Y era precisamente el momento en el que te derivan a su blog. Hagas lo que hagas, te derivan a su blog, te hacen un examen para ponerte en evidencia (“claro que lo he visitado”), te instan a que hagas comentarios,  con cuidado de que los mismos no sean negativos; han de ser comentarios donde se ensalce la figura del bloguero, so pena de que tu parrafadilla no supere su criba objetiva y neutra, y no sea publicada hasta que la corrijas. Manda cojones


Me gusta imaginármelos delante de su portátil con entusiasmo juvenil; y es que siempre usan y llevan consigo un portátil (“el blog no lo puedo dejar en ningún momento, me lo llevo de vacaciones conmigo”), no vaya a ser que la humanidad eche de menos sus parrafadas pomposas y altaneras. Su portátil es para ellos vital, es su amante, su objeto inanimado preferido, su fetiche, su alter ego...Me los imagino dando forma a su blog, arreglando los detalles estéticos, eligiendo el tipo de letra, el color...


Y también me los imagino centrándose por fin en EContenido del blog. Guiados y motivados desde un frenesí cuasi maniaco, sus ideas bullen en su cabeza sin parar; y es tal la variedad de ideas sobrevenidas, que precisan de manera inexcusable de un pequeño cuaderno de notas (cuaderno de notas lírico, que diría aquel), que por supuesto...¡Lo llevan de manera perenne entre sus pertenencias! ¡Lo sacan de lugares inverosímiles!¡Ay esos bolsillos exteriores!¡Te lo enseñan como algo de incalculable valor! ¡Eres un privilegiado por haber presenciado in situ su modus operandi, su libreta de notas, su Letra Manuscrita! ¡Oh Dios, gracias por haberme permitido captar su Magna Inspiración!


Y mientras acumulan datos y conocimientos en su Gran Cuaderno de Las Ideas (oh! Episteme!), un esbozo de sonrisa antojadizamente orgullosa, se deja entrever en su rostro, pues ellos mismos se auto maravillan de las ocurrencias, asociaciones de ideas y conclusiones a las que llegan, y se imaginan el resultado final de estas divagaciones materializadas finalmente en un formidable post. Y el esbozo de sonrisa ya no es esbozo, es realidad, como la Verdad por Necesidad .


Y tú al lado, tan tranquilo; hace dos minutos estabas conversando con él, y de repente, a través de un espasmódico movimiento, se ha sacado de un bolsillo su cuaderno de notas y ha entrado en trance. A uno que ya lo conoce, le resulta familiar este proceder, y decide, para bien del género humano, no ser tan borde como para interrumpir semejante proceso divino creativo. Muchas veces me levanto para no fastidiar a sus potenciales lectores y hago cualquier cosa, como ir a por otra cerveza; al volver, el genio lírico sigue con la mirada perdida, visualizando la gloria virtual, adivinando el número de comentarios alabando su entrada (tú estás entre los reclutados para tal fin, y lo sabes).


A veces pienso en robarle en un momento de distracción su cuaderno sagrado con sus notas manuscritas, y venderlo dentro de 5 años, calculando la cifra que podría obtener...Me forraría seguro. Pero luego, a pesar de ser yo un autoreconocido joputame da pena la criatura, pues bien seguro le supondría tal trauma que perdería tanto el rumbo en su devenir diario como la tranquilidad de espíritu. También me apenaría, claro está, la humanidad, que se perdería muchos posts sin los cuales existirían severas dificultades para, simplemente, seguir existiendo. ¿Quién soy yo para privar a las generaciones actuales y venideras de estas colosales genialidades?


Y además, robar dicho cuaderno es una tarea ardua e ímproba, ofreciendo ello muy pocas posibilidades por cuanto no se separan nunca él y el cuaderno; son seres absolutamente indisolubles: duermen juntos, defecan y orinan juntos, pasean juntos, se asean juntos, comen juntos, trabajan juntos, tienen relaciones sexuales juntos, van de vacaciones juntos y hasta ven las series juntos. Las series, sí, ese es otro gran problema, pero me da mucha pereza hablar de ellas.


Tan solo destacar que lo mismo que se ha dicho para los libros, lo practican con las series, siempre desde una perspectiva de grosera altanería que incrementan además con el plus del inglés; ellos ven la serie en inglés, para que lo sepas, que es desde donde se contempla fehacientemente la globalidad de los matices y la vertiente intelectual de esa sucesión aborrecible, insufrible y apocalíptica de episodios que se hacen llamar serie.  


Si no eres partícipe de la trama de turno en esos infames capítulos que ven, qué digo ver, analizan, desde sofisticadas plataformas de emisión, vuelven a valorar tu existencia como patética y aburrida, y te redireccionan, como no, a su blog, ya que en él hacen críticas formidables al respecto de las moralejas de la serie, sus virtudes morales y sus reflexiones metafísicas.


Con todos los respetos, estos seres suprahumanos deberían irse todos al carajo, al más grandísimo carajo. Que me dejen ser prosaico, cutre, vulgar y panteísta; que me dejen en paz, por Joyce, por Proust, por Faulkner, por C.S. Lewis y por Chesterton.... Cuidaos muy mucho, oh seguidores fieles imperturbables, de los hacedores de blogs.




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