De madrugada, bien despierto, alejado del Mundo de los Sueños, decidí visitar mi particular Overlook, cuando todos parecían dormir.
Ha sido tan aterrador como antaño, incluso desde la perspectiva de la lejanía que me proporcionó el paso del tiempo.
Mi Overlook me persigue; fuera de mí, poseído por espíritus de mi pasado, entré en trance para enfrentarme a mis fantasmas. Pasillos oscuros. Pasillos tenebrosos. Pasillos sombríos.
Paseando por las arterias de mi Overlook, me he visto morir, como hace 10 años, y me he visto, sin seguir reconociéndome, formularme las mismas preguntas. Ni la experiencia me sugiere un sendero de respuestas.
El terror ya instaurado, únicamente era desplazado ante el recuerdo de mi última aparición en escena. Sucedió lo extraordinario, que por supuesto no era yo ni mi repertorio. Desahuciado ya ante mi devenir, exclamaba una y otra vez que las palabras resultaban innecesarias. Escritas o habladas, las palabras estaban de más.
Y ahí surgió el milagro. Tú estabas al fondo, entre el impávido público, fijándote en mis gestos, voz y composiciones. No solo fijándote. Alabándome. Tú, con tu fino cuello, tus ojos grandes y tu pelo corto. Seguías mi ritmo, te adherías a mis gritos, vociferando conmigo. Manteníamos la electricidad recíprocamente.
Extrañado y confundido, solo supe darte las gracias, desde cierta distancia mental, mientras repetía en recio bucle rítmico, aquello de las palabras, lo innecesario de ellas, sosteniéndote esa mirada, esquivando esos olas en el cabello. Disfrutemos del Silencio.
Acabé extasiado, destrocé enloquecido el soporte de seis cuerdas aumentando la sonoridad de destrucción, y te sonreí pudorosamente.
Me requeriste más composiciones, desconociendo mi vergüenza. Así, te envié señales indirectas, como estas líneas que van dirigidas a ti, en el caso de que hayas rastreado inquieta mis mensajes encriptados, y estés ahora leyendo mi parrafada, con tu gitana de ojos cerrados al lado. Te espero. Mueve ficha tú, también de forma misteriosa, para evadirnos de lo habitualmente prosaico.
La humanidad en su conjunto. La humanidad desde el inicio, hasta ahora, y lo que queda. ¿Queda? Os odio. A todos. Desde el odio a mi mismo, en lo teórico, para ser congruente, y en lo práctico.
Destrucción y autodestrucción. Marcadamente notoria. Es el sentimiento más definitorio ahora mismo de mi tortuoso devenir existencial. Mi misantropía, empezando por uno mismo. ¡Qué finalidad tienes, oh humanidad! Todo en ti es denigrante. Nada bueno se puede aprehender del contacto humano. Esto de existir es un fallo del sistema, o de Dios, o de algo o alguien. A lo mejor es un castigo. Castigo...¿por qué o de qué?
Comprendes ahora, supongo, mis ideas y perspectivas, y muestras mayor comprensión hacia mis tendencias. Supongo.
No me desvío, a pesar de mi desadaptación crónica, de lo socialmente admitido y de lo moralmente aceptable. Admiro lo poco útil que queda: el amor, la valentía, el honor, la dignidad...Pero entiendo que no sirve de nada, que todo es un sin sentido colosal, y que el sufrimiento no lleva a la gloria.
¿Es el absurdo lo que me lleva a la misantropía? Seguro. El absurdo lo engloba todo, desde la risa al llanto, desde el amor al odio, desde las estrellas al sol. Todo. Y detrás de ese Todo, sigue apareciendo lo absurdo.