Alargando el día desde su extremo inicial, a veces tengo la sensación de que la existencia se hace interminable. Cuando me levanto, tan tan temprano, saboreo esos primeros minutos que en nada se hacen horas, e intento aprovechar bien mi tiempo, il tempo, inútilmente por cierto; intento optimizar mis recursos. Intento pensar en todo, intento introducirme en la fantasía, y recorrer ese universo paralelizado por mi, paladeando cada vivencia, cada frase, cada día, cada beso. Un día perfecto en mi fantasía, en mi mundo alternativo, en mis rincones más escondidos, desde donde volvió ese recuerdo a través de un Día Perfecto.
Falleciste en uno de los mundos falsos (?) y me desperté sobresaltado. Mi amigo falleció, me dije al iniciar el día, el día perfecto, cuando bebíamos sangría en el parque. Me introdujiste en la senda del Transformer, donde los sonidos oscuros y siniestros me llamaron la atención, así como la perenne tristeza de fondo, en lo que el transformer insistía en llamar Perfect Day. ¿Dar de comer a las fieras en el zoo? ¿Ver películas una y otra vez? Me inquietaba, en los albores somnolientos de la conciencia, cómo a través de una apuesta gastronómica arriesgada del literato, optando por el lado salvaje de la vida, y tras mi pertinente y agazapado comentario indicándole que optara mejor por Perfect Day, el laberinto del sueño me llevara al fallecimiento del amigo. Se me escapa todo, y ya no sé cuál de los mundos sobre los que sobrevuelo me aportan la realidad, el conocimiento o la verdad. Realidad, conocimiento, verdad. Vaya farsa. Vaya entelequia.
Conduciendo hacia el este, en esta tarde otoñal de nubes y tormentos, no reparo en tu presencia hasta que reclamas mi atención. Estás ahora conmigo, en sentido este, porque la antigua vereda de flores turquesas que contrastaban con lo dorado en su cabeza, desapareció para siempre, tal y como aventuré. Rellenando huecos me hallo, pues, dibujando círculos de ángulos rectos melódicamente afectivos, para seguir adelante de una forma apacible y agradable, sin olvidar que ya ha pasado mi tiempo, ya estoy caduco, como estas hojas de lánguido otoño que piso, resoplando. Mi tiempo ya pasó. Y a pesar de ello, hago sonar Perfect Day junto a ti, explicándote la letra, para que tú oigas cómo gime de dolor el piano, elevando al cielo anochecido sus notas más álgidas, repiqueteando el silencio, tañendo sus teclas de manera impropia y sorpresiva.
Ya no ruge el León. A veces, cuando el pulso se acelera, me parece oírlo a lo lejos, como un Ulises escuchando sirenas. No hay problema, porque llevo también tapones en los oídos. Enseguida se apaga esa ilusoria percepción, la sensación de que la energía renace, de que el Escribiente permanece en mi Noche Oscura del Alma y de que nuevos caminos de Días Azules iluminan mi espíritu. Las rápidas carreras, por siempre olvidadas; los devastadores gritos, por siempre silenciados; la juventud pletórica, por siempre aniquilada. Esos acordes elevándose hacia el límpido cielo azul, hasta hacer retumbar todo el firmamento, retumbando aún más el azul sonoramente, esos sonidos metálicos agudos surcando paralelos, paralelismos infinitos, como mis mundos; aullidos metalizados incidiendo sobre el abigarrado cielo azul, desgarrándolo, introduciéndose entre sus costuras, encontrando esperanza tras el mismo. ¿Qué hay detrás de ese Azul? Acordes Azules de mi Juventud...¿dónde estáis?Ya no los oigo, aunque la retorcida memoria me hace anhelarlos, en forma de suspiros. Tampoco los tarareo.
Mis recorridos circulares diarios me sirven para encajar en lo normal, platicar con individuos complejos y asomarme a biografías disruptivas, tapando mi verdadero yo. Cada día, desde mis Miserias, contemplo impasible las Miserias de los Otros, e imagino cómo serán sus rutinas, sus asperezas, sus últimos momentos del día, ya en la noche, sus trivialidades, sus primeros momentos del día, tras la noche. Desde mis Miserias.El itinerario circular me devuelve, invariablemente, al mismo punto de partida. ¿Podría esperar otra cosa? Otro día perfecto.