29 Jan
29Jan

¡Qué horas tan largas, qué densidad muestran sus minutos y segundos! Ha sido un periodo aborrecible, sin sonoridad afectiva; oscuras y siniestras fueron sus lunas y estrellas, estériles y volátiles fueron sus momentos diurnos; sin presente, sin expectativas luminosas. Frialdad global mayúscula. Te odio Berlín, te odio.


Desde la esquina de la calle barcelonesa, el compañero golfo y mujeriego me advertía de manera vehemente, realizando grandes aspavientos y gesticulando. ¿Qué coño pasa?

Una mujer vistosa ha aporreado repetidamente tu puerta, a lo largo de la mañana. ¿Cómo de vistosa?

Me sumí en mis preocupaciones habituales, pero algo quedó flotando en mis escasas redes neuronales en forma de pensamiento errante y obsesivo, potencialmente peligroso a medio plazo.

Y así fue. Metáforas de tu propia vida, donde mujeres vistosas aporrean repetidamente la puerta, y esa puerta nunca se abre. O porque no saben la contraseña, o porque yo no estoy dentro, o porque yo desconozco que son mujeres vistosas.


Ascendía por las escaleras empinadas mientras fuera oía llover, en noviembre. Llovía en noviembre...¿Hay algo malo en ello? Pues eso, seguí ascendiendo sin notar la altura, concentrado en las suaves cadencias  y en los retocados destellos del recuerdo efímero, tan efímero, tan angosto en su significado, tan asfixiante en su recorrido...

Cuando estuve en Buenos Aires pensé en todo lo nuestro, lamentando no haber profundizado en tus pensamientos. A veces sueño con colocarme la camiseta albiceleste con la que tanto te reías. Yo me veía algo ridículo con ella, pero me daba energía, y creía ser otro hombre. Tú también creías que podía ser otro hombre, y por eso no funcionó. Algún día me volveré a colocar la albiceleste, y correré para ti. Ojalá fuera otro hombre.


Con ese pelo desordenado y grueso, en esta mañana desagradable en Praga, desconoces adrede si el nihilismo que practicamos finaliza con la muerte. Es decir, la muerte acaba con el nihilismo. O al revés, pues nunca nos hemos puesto de acuerdo. Pero, ¿y si el verdadero nihilismo se inicia con/tras la muerte? Tú has sido siempre un bribón, y las gilipolleces filosóficas te abandonaban cuando te enamorabas y los impulsos más humanamente instintivos escapaban a tu control. La filosofía profunda para los amigos, y la sexualidad y el romanticismo, para las bellas desconocidas. Pragmático nihilismo.


Esta estúpida tarde de enero- te vas ya, para siempre- me hace rememorar el frio de Madrid, cuando paseaba entre arboledas, creyendo que un día sería vitoreado como un César en las Galias, mientras contemplaba el cielo de la ciudad universitaria y las ocasiones para retener el presente más físico se me escapaban en mis narices; retumbaban mis creaciones entre acentos afinados, resonaban mis ensoñaciones entre la maleza bélica del 36, y finalmente, oteaba un porvenir esperanzador. Fui un chico rebelde, que ha quedado en nada. Pude, y quise conquistar Madrid, pero no fui capaz.


Hasta las 14.30 estuve esperando. No apareciste, y yo tampoco me acerqué. Planeé con fulgor adolescente mis respuestas, para nada. Mi voz se entremezcló entre hercios anodinos matutinos (you're tearing me apart, Lisa!), practicando un ejercicio de interpretación magistral. Ello me dio valor para seguir interpretando, pero no apareciste, volviendo yo a mi realidad más miserable, solitaria y confusa. Sin nido. Había ensayado frases, miradas, poses...besos. La comida solitaria en el hotel de Amsterdan no ayudó, precisamente, ni sus húmedos canales cuasihelados. El avión fue un alivio atmosférico, exhalando literalmente mis sensaciones en forma de suspiros hacia la fría troposfera y hacia el viajero nipón de mi diestra, que dormitaba ajeno a mis sinsabores.

Toda la mañana hablando, explicando, preguntando. ¿Viste sus ojos? ¿Te fijaste en su discurso?¿Acaso no oliste el peligro inminente? La ventana, a nuestras espaldas, no hacía sino mostrarle a los desadaptados la salida. La vía que abrimos entre tú y yo se iba construyendo con paciencia y querencia. Sonreías sin parar, y yo desviaba la mirada, sabiendo que la noche se cernía sobre nosotros, bajo la bóveda de un mediterráneo valenciano que eclipsaba incluso tu juventud. Escribiste tu nombre, firmaste y me dejaste con la ventana a mis espaldas, y con la amenaza de tu ausencia inconsolable. En ocasiones, solo en ocasiones, soy capaz de besar dulcemente tu nombre. ¿Tanto hemos cambiado?

Cuando caminaba por Los Ángeles observaba los locales de actuaciones, humor, música etc. Entonces vi tu rostro en una foto, con esos ojos algo saltones y muy expresivos, y esa media sonrisa...Aburrido como iba no dudé en aparecer a la hora señalada, para ver tu actuación y distraerme. No sé explicar aún la sensación que tuve cuando te vi aparecer en el escenario. Caminabas hacia el micrófono callado, tímido y yo diría que nervioso. ¿Era un papel que interpretabas? Bajabas la cabeza y contemplabas de manera incómoda al respetable público, sin fijarte en nadie en especial, sin concretar la mirada en nadie en particular. Tardaste como 5 minutos en saludar. Balbuceaste algo parecido a un saludo, comentaste musitadamente no sé qué historia del tráfico. Nadie reía, coño, nadie reía. Pero no dejaban de contemplarte, asombrados, perplejos...Era tu motivación, ¿recuerdas? Querías desconcertar, no hacer gracia, desconcertar...¡Qué bello propósito! ¿Estás burlándote de Elvis? Luego manipulaste un viejo tocadiscos, y te colocaste frente a nosotros, bajando la cabeza, mientras una música sonaba. Y te lanzaste con el "Here I come to save the day", dejando aún más en la perplejidad al incrédulo foro. Pero ya hubo carcajadas, algunas. Siempre mejor la perplejidad que la carcajada. Siempre me ha gustado eso de ti.

https://www.youtube.com/watch?v=-0dt68ivip4



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