Alrededor de la Muerte hay Vida. Hay tiempo que se escapa. Hay miseria humana (naturaleza humana), perdición y oscuridad enfundados en abrazos y besos. Y el tiempo sonriendo, imperturbable y siempre joven, sobrevolando entre nosotros.
¿Dónde puedo notar el paso del tiempo, devorándonos? ¿En qué detalles debo reparar para asimilar la muerte del joven, para asimilar aquello que no volverá jamás? ¿En mis incipientes canas? ¿En la percepción neurótica de mis sensaciones, quizá? ¿Acaso en mi relajación cotidiana del nivel de alerta?¿O mejor en mis paseos apocalípticos de atardeceres imposibles?
"El paso del tiempo, y yo, sucumbiendo", cantaba uno tan ufano en mis años de juventud gloriosa, queriendo expresar con el verbo sucumbir, una arrogancia que englobaba a todo mi ser, un sucumbir perpetrado con altivez, un todo o nada, o se sucumbe o se sobrevive, y no depende de ti la elección. ¿Cuándo he reparado verdaderamente en que definitivamente he sucumbido, y por qué?
Ha sido esta mañana, temprano, y ha sucedido en una vereda normalmente perfumada de rosas rojas colocadas sobre el pavimento, cual alfombra sigilosa, y gobernada en las alturas por buganvillas de rememoranzas de madrugadas etéreas sobre mi cabeza, mientras sonaba una melodía suave, tenue, de un viejo piano. Era, es, sigue siendo, una senda habitual, de apenas 100 metros, que he recorrido todos estos años atrás, día tras día, joven.
Desde las ensoñaciones del alba me dirigía hacia esa recta cotidiana, a medio camino entre lo virtual y lo real, y allí sucedía la visión extraña, el encuentro fortuito, la melodía perfecta, el cuadro celestial, la obra maestra...Y esta mañana, esta misma mañana, la amargura de tu ausencia me ha golpeado por sorpresa. Mientras recorría el camino, reconocía estar noqueado, sin aliento, buscando una explicación. El Tiempo, que nos devora, ha hecho su trabajo, infatigable y eficaz, como siempre, como nunca.
Paseo, tras esta huida del mismo sueño, hastiado y aburrido, iluso; y otra vez me veo en esta recta que me estremece al mostrarme su soledad, entendiendo que el tiempo te ha devorado, a ti, vereda recta por donde mis ensoñaciones ya no pasarán jamás, yaciendo para siempre mi ilusión, reverdecidos tus recuerdos.
Es hora de morir, de quebrar el Sueño, de romper el hilo que aún nos mantiene. Mañana volveré a pasear, ya sin Ti, ya sin rosas que aprehender, sin miradas que sostener, sin alientos de nostalgia. La nada, por fin. Como bien te dije, Tú nunca sabrás nada de Mi. ¿Estamos de acuerdo? La multitud sigue gritando en primer plano, pero se oyen bien la voz rasgada y el piano, en la noche interminable de Junio, bajo ambos escribientes; mi noche Oscura del Alma, a donde vuelvo en los momentos de desarraigo.
Mañana ya no hay cruces, ni diáspora ni divergencias; mañana Tú no estás; mañana Yo no estoy, aunque aparezca. No estaré nunca más, aunque respire. Nunca volveremos a ser eternos principiantes. Asunto insulso y prescindible, como fijarme ahora en la belleza.
Flotando van mis pensamientos, alrededor de nuestro camino, por fin desquebrajado, por fin devuelto a la nada, desde donde se gestó.
Alrededor de la Muerte hay Vida. Supone una gran estupidez observar dicha vida, por el contraste que acontece entre las realidades existenciales, por la cruel puesta de manifiesto de lo efímero y absurdo de todo, por el esbozo de sonrisas aliviadas que se amontonan sin reparo. Asco de Vida. Asco de Muerte. Asco de camino hacia la muerte. Anhelos de esplendores en la hierba imposibles. Nada nos devolverá los días del esplendor sobre la hierba,pero nos recordaremos y fortaleza hallaremos en lo que de ello nos queda. Besos apagados y ocasos conformados. ¿Hacia dónde caerá el sol, esta tarde noche?
Llegué tarde y sudoroso, oliendo a alcohol, me temo, pero es que si no era así no iba a poder realizar todo cuanto tenía previsto. Al final no me dejan cantar, así que me he relajado un poco, y tocaré la guitarra, distorsionándola a mi antojo, como mi visión de la vida que llevo. Dos veces al aire, una a la cuarta, recuerda, y desde ahí, todo será ruido y algarabía hasta el fin de mis tiempos. Demasiado práctico para dedicarlo a una mujer hermosa...Cierro de una vez, tras una melancólica visión global, la puerta del garaje. Echo una última mirada al exterior, es de noche y algún perro ladra. Igual huele mi conducta, mi decisión y mi tormento.
Tres noches en vela seguidas, con dolo y ensañamiento, gozosamente; recorro las calles solitarias, de vez en cuando alzo la vista y contemplo el cielo, parece ser estrellado, confirmando que la oscuridad ha llegado para quedarse, sientiendo el frío de mi existencia, gélida sensación de mortalidad que curiosamente, me hace buscar el sentido trascendental de esta Vida. Si no entiendo la vida, ¿cómo anhelo pretender entender la muerte? La ciudad es mía. Muerte alrededor de la Vida. Vida alrededor de la Muerte.