Hacía mucho tiempo que no pasaba una noche entera, con su límpida madrugada, en vela, pero cada vez son más frecuentes, en días como hoy. La tarde noche se torció a última hora, obliglándome a dar forzados paseos cortos esperando muestras de juventud alocada. El rostro serio, la educación solemne, la paciencia infinita. Previamente me había preguntado por el último gran salto temporal que recorrí hace escasas semanas. Otra vez ubicado arriba del todo, contemplando un paisaje al mismo tiempo extraño, al mismo tiempo hospitalario, fresco y de una belleza insultante. Agarré fuerte el presente, desde mi tristeza, y supe aprovechar al menos de los sentidos, intentando olvidarme unas horas de mí; ¡oh azote de viento nocturno sonoro, que me transportaba de nuevo al inicio de mis paseos solitarios!;¡ oh notas de piano que se dejaban aupar entre gritos de efímera inmortalidad, recorriendo como olas de mar la multitud! Comprendí otra vez la belleza de lo que escuchaba, asumí con perpleja frialdad lo inaudito de lo que veía y daba por gozosa la fugaz visita, que quedaría, nuevamente, y por tercera ocasión, en el rincón más nostálgico de mis sentimientos y evocaciones.
Y al regresar a casa, la noche ya estaba organizada, tramando por su cuenta planes arbitrariamente para las horas venideras. Mi espíritu se encontraba asimismo agotado, dando paso otra vez a la desesperación propia de mi particular raza, la raza del hombre desquiciado y pobre de pensamiento, que vislumbra ahora más que nunca la puerta abierta. De cualquiera de las maneras, encontrábame intranquilo, con poco sosiego, y sospechando que iban a requerir mi presencia en pocas horas. Ni intenté dormir, enfurecido por las circunstancias acompañantes y doblegado ante lo venidero. Por eso, al recibir la llamada cuando luna y estrellas llevaban mucho tiempo dominando los cielos, lejos de maldecir como antaño, pude notar una sensación de alivio en mi interior. De nuevo en la calle. Aquí estoy, Noche, para que me engullas en tus tinieblas y penumbras, pues no te temo. Noto tus caricias, como si fueras una amante cariñosa, e incluso siento como me perturbas, como si siguieras siendo esa amante, esta vez agresiva.
Entré siguiendo la linea amarilla, tras vueltas alocadas inútilmente, buscando un norte en la la brújula de tu aliento, perdido como iba. Y ahí estabas tú, en medio de todo el caos reinante, como parte de un engranaje en el que yo empezaba a encajar. No hay ocasión más que para la tibieza, no hay razón para la cercanía, no hay excusa para la relajación. Datos fríos, miradas atemperadas y hasta siempre. Las horas pasan, el caos tiende a organizarse, y los corazones buscan una calma utópica. Las despedidas no se contemplan.
Y de manera sorpresiva, tras el alba, que finalmente arribó, cuando me encaminé hacia mis rampas de despertar pausado, el aire era otoñal, el aroma que dejó la aurora no era estival. ¿Qué coño había pasado? ¿Es una percepción mía o una realidad? Ya dudando de mis sentidos me limité a aspirar y aprehender el otoño ectópico.
Atrincherado entre las sombras que voy encontrando, no me encuentro ni a mi mismo. Ya han pasado ciento veinte días, y todo ha transcurrido como una pesadilla de la que no puedo escapar. Siempre deseando que apareciera la tonalidad más oscura de azul en el cielo, donde cobijarme y olvidarme de todo, un rato. ¿Cien años más?
Y en el ecuador de estos infernales días contemplaba, otra vez, desde las sempiternas alturas, el presente con toda la inmediatez de su realidad, llorando por dentro, sonriendo por fuera. Ahí abajo aparecía mi historia personal, mis confusiones y arrebatos, mis pasiones y desvelos. Soportaba estoicamente mi recorrido sentimental y espiritual, al tiempo que contemplaba las laderas y las colinas verdes, dejándome acariciar por la brisa nocturna, cálida. Se oyeron disparos a lo lejos, se divisaron balas, algunas de las cuales me alcanzaron, sin llegar yo a caer. Zigzagueo por la oscuridad, más perdido que nunca.
Viejas urbes de la vetusta Europa sofocando anhelos y pensamientos. Esquinas grabadas a fuego en mi alma torturada, por su belleza, por su historia, por su lamento...Las hojas de esos árboles sonaban con fuerza, me parecía que hablaban, que gritaban susurrando un mensaje que no alcanzaba a comprender...¿De qué hablabais? ¿Qué belleza escondía ese movimiento sonoro tan bello en ese rincón continental?Aún cautivado por ese lenguaje de la naturaleza, evoco esa visión relacionándola con el absurdo de la existencia, las puertas abiertas, las mías, y el silencio en el que me veo sumido.
Aguas gélidas que me sostenéis en mi pedaleo inverso, desde donde contemplo al pueblo ocioso, las construcciones arcaicas y modernas, y el imperturbable cielo. Y detrás de mi, la solución de soluciones, tan solo unos cuantos metros más allá, adentrándome en la llanura líquida infinita, fundiéndome en ese horizonte de azules celestes, y volver para siempre al origen, ser de nuevo partícula infinita, cosmos. Estoicamente, intentando únicamente navegar sobre mis angustias. Habré sido un momento.
Ahora sí, ahora es el momento de sumergirse en el otoño incipiente, ahora debe ser mi momento. Corpus imbecillum et fragile, libérate, y trae para Ti, la libertad, la seguridad y la eternidad. Quiero ya el pago y la ley del vivir. La tiranía de lo inevitable.
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