Efluvios ardientes, atmósferas de evasión, en una realidad ya derruida que conduce no sé muy bien a dónde.Adormecido y ausente, taciturno y esquivo, vago por estas soledades sin decidirme. La decisión llegará. Si he vuelto a ver las estampas de adolescente, muy modificadas por cierto, ha sido por hacer valer todo cuanto he amado. Pero, en esos cambios, consustanciales a la vida, no había palmeras, no había medias lunas y no había cielos azules tenuemente oscuros y estrellados. Mirando a mi interior, las modificaciones han corrido paralelas, y no soy el mismo, aunque suena un piano desafinado y me azota en el rostro el frescor de una noche de primavera.
Estar en la mitad teórica de algo grande, tan grande que es lo único importante, tan importante, que lo abarca todo, y cuando se dice todo, es todo. Porque detrás de todo no hay nada. Y cuando se dice nada, es nada. Y la nada asusta, porque de la nada llegamos, y a esa nada volvemos.
Será el viaje largo en una ciudad que no me agrada, Berlín. Será el exceso de trabajo y las complicaciones que han venido. Dos semanas en la capital germana me sientan fatal, y no es la primera vez. Será que no encuentro placer paseando por las frías calles berlinesas. Por lo que sea, pero cada vez que voy a Berlín, vuelvo hastiado.
Es un breve paréntesis hecho en un vacío, en una inexistencia, en una nada. Es un paréntesis no muy largo, no más de cien años, donde quizás debas restar unos tres años iniciales y unos cinco finales. ¡Para qué preocuparse entonces sobre cuestiones materiales! Si la contemplación con perspectiva de este asunto deja tu vida en una ridiculez, en una miseria sobre la que no vale la pena preocuparse.
Debe haber un ojo observador de estas minucias, que entienda de paréntesis y que generalice y amontone quejas y preocupaciones comunes. Porque de lo común saltamos a lo particular, ahí sí, ahí cada uno lo vivencia según su personalidad, y sufre y disfruta. Porque todos entramos y todos salimos de ese paréntesis solos, absolutamente solos. El paréntesis se abre, se prolonga lo que sea, y se cierra. Pero...¿y detrás y delante de cada paréntesis? ¿Dónde quedo yo?
Miedo arraigado a lo puramente humano, a la conciencia de tu propia fragilidad, al deseo de pervivir, de perdurar, de seguir amando, respirando, aturdiéndose ante este atardecer...¿Qué sentido tiene lo eterno? Ninguno, como tampoco lo no eterno. Desgaste, sufrimiento, limitaciones, desaparición y recuerdo. Tu espíritu joven no te sigue, no te acompaña, se queda en otro rincón de ti.