13 Apr
13Apr

Cuando era niño, una profesora de religión nos habló abiertamente sobre la muerte. Recuerdo que me aterró. Una de las frases que pronunció fue que tenemos que estar preparados para la muerte, puede llegar en cualquier momento, y es lo más natural de la vida. No sé qué sanas intenciones tenía para niños de 9-10 años, pero a mí este comentario me ha acompañado todo mi recorrido vital. Ahora lo veo de otra manera, claro, pero en épocas como la actual, sus palabras retumban con eco en mi chorla. Este periodo me va a matar. Creo que me va a matar literalmente,y es entonces cuando me pregunto si es mi hora. Si he de morir. ¿Debería morir? ¿Mi muerte sería en vano?

Hace dos días, tumbado en la puta camilla, a oscuras y con la radio de fondo, sentía cómo la húmeda noche podía conmigo. La oscuridad caía sobre mi y yo, en puridad, quería sumergirme y esparcirme entre las sombras y tinieblas de la.madrugada, pero para siempre.

Previamente me había asomado de soslayo al edificio de enfrente, donde tras los aborrecibles aplausos, los habitantes iniciaron una serie de coreografías acompañando a una serie de canciones animosas absolutamente deleznables. Las dos, las canciones y las coreografías.  Me fijaba en sus rostros, y aparecía el éxtasis y la alegría, y se animaban entre ellos, bailando como si estuvieran en la verbena del pueblo. Vomitivo. Como parece ser que competían a ver quién hacía más el imbécil, cuando acabó la música discotequera, salió un pollo hippie calvo con greñas, ojo al oxímoron pollohippie, que con una guitarra acústica cantó Wild Horses. He de reconocer que acompañé a viva voz de.manera anónima en el.estribillo (estoy de nuevo en París, en aquella tarde fresca de junio, couldn't drag me awayyyy...), bien parapetado tras las cortinas. Por memoria musical nostálgica  anhelé que a continuación  tocara Patience, (hubiera sacado al hippie a hombros), pero no fue así. El pollo siguió cantando más canciones (let it be,  let it be), pero yo ya me tuve que ir.

Metido de lleno en la madrugada, tumbado en la angosta camilla,  la radio emitía un programa ,no sé a qué hora exacta, donde hablaban sobre Kafka sin parar. Reproducían trozos de La Metamorfosis, verdaderamente angustiosos, y alguien leía fragmentos de las penalidades de MacGregor escondiéndose debajo de la cama en su cuarto. Oído resulta más estremecedor que leído. Luego explicaban las.motivaciones del escritor checo, señalando que buscaba una cadencia organizada de cogniciones en una historia inverosimilmente absurda. Era interesante. También recuerdo que hablaron, o antes o después , de fantasmas que aparecían en la guerra. No me produjeron miedo precisamente estos fantasmas.  Me dan más miedo.los propios. 

Por supuesto no pegué ojo en ninguna de las horas oscuras, como yo las denomino, pendiente de que no me llamaran y de si yo mismo era ya una cucaracha en este cuchitril sombrío, y al salir de mi guarida tras ser invocado,  apareciera como un insecto con.mascarilla que produjera en los presentes aún más pavor en este momento ya pavoroso per se,  donde se empezaría además a relacionar el virus con mutaciones extrañas. Encima, los ruidos nocturnos son también inverosimilmente absurdos, y no ayudan en nada a un reposo de.la.mente. Todo ello contribuía  a la gestación de una jornada nocturna gloriosa.

Sudoroso, en la tumbona ad hoc, con la mascarilla en no sé que zona de mi cuello y hasta los huevos de los guantes, intento controlar los pensamientos, que se aceleran incluso a esta hora. Repaso mentalmente el último mes y medio, y aparecen ante mi escenas rocambolescas. Autoconfinado chez moi de manera profiláctica (supone en realidad un micro confinamiento dentro del Gran Macro confinamiento), mi otro cuchitril se compone básicamente de una mesa de estudio donde llegaba a haber hasta cuatro libros y de algunos trastos más. Desde esta mesa, paso de Woolf  a Mendoza, quien desde Barcelona me lleva a Los Angeles, donde Bozza me cuenta historias de un guitarrista. Y las andanzas de Tim Reede, mediocre pintor, me llaman la atención. Vaya braguetazo que has pegado, cabrón. Recuerdo asimismo que tengo pendiente, si salgo de esta,  el libro de Abreu, De Sexo. 

Me gusta repasar desde la camilla, por dónde voy en cada libro,  y qué sensaciones me producen. Virginia, eres impresionante e inaguantable,  y tu suicidio me ha conmovido. No era la guerra. Eran las voces. Slash, motherfucker, ¿cómo estás aún vivo? ¿Has encontrado al que se tiró en marcha de tu coche? Follar, tocar y drogarse. I smoke my cigarrette with style. Anne, te imaginaba safista, que diría la Virgy, pero lo del polaco no me lo esperaba. Y no quiero saber hoy nada de safistas, no es el día precisamente. Lanthano,  me encanta su significado. Lo practico  desde siempre. Y Onofre, por favor, no te olvides de la canija, de Delfina.

En la.mesa también hay una tablet. Un cuaderno. Cargadores. Y bajo la única ventana, exterior afortunadamente, mi ampli y mi guitarra. Lo siento por los vecinos, ya que deben aborrecer mis ruidosos sonidos, colocados pasionalmente en la zona metal e insane. No puedo huir de esta zona sonora, y menos en estos momentos.  Increiblemente, todavía no detesto los acordes de Sirena Varada. Los toco ya de manera automática, es un automatismo  varado, rutina pura confinada, y tarareo aquello de la espiral de la derrota de.manera.muy sentida, como si ya estuviera en ella. Dentro de poco, los vecinos la cantan conmigo, seguro. Como el pollo hippie con los suyos. Sin coreografías, por supuesto. 

Por otro lado, las noticias funestas procedentes de las residencias de ancianos me atormentan. Siempre me han preocupado dichas residencias,antes de que esta etapa pandémica aconteciera. Ese hacinamiento lúgubre de personas en su.mayoria con la.mente disociada,por lo.menos en lo que a mi.presencia se refiere, me ocasionaba ideas paradójicas, espantosas. Ese final de la vida, donde tu modus vivendi consiste en que te coloquen en esos salones con una televisión a la que nadie atiende. Todos juntos, apiñados. Y te tratan como si fueras un bebé  o un niño chico. Sin interacción.  Sin complicidades. Sin la esencia de la vida. Ausentes, la mirada perdida. ¿De verdad quiero acabar así, siendo un ser aislado de la sociedad y sin dignidad?¿De verdad quiero esas respuestas y preguntas ante mi? Y ahora, reconozco la mayoría de residencias afectadas que muestran los medios,  y me pregunto a cuántos de los que he tratado se los ha llevado la Parca.La Puta Parca, que se ha paseado por ahí como cuando pasea por un campo de batalla, y esta relamiéndose de los fastuosos banquetes, ganando peso día tras día.

También pienso, con algo de inquietud, que ya nadie me.besa, ni me abraza, ni se acerca a mi.Con razón, no culpo a nadie, yo mismo me aislo y soy más arisco que nunca, pero hasta los ariscos empezamos a notar nuestros cimientos emocionales tambalearse. Noto la falta de roce humano, de tu tacto contra mi tacto, de tus labios contra mis labios, incluso de tu mirada contra la mía,  y siento dentro de mi las turbulencias de la soledad. Leo estudios de salud mental que me.preocupan tanto o más como los que leo de temática económica,  o virológica, porque no sé muy bien hacia dónde camino. Ni si llegaré vivo a donde tenga que llegar.Puta  noche interminable. Putos pensamientos  nocturnos. Puto Kafka. Putos puntos que no sé por qué aparecen.Hasta se.me pasa por la cabeza despedirme de mi gente, por si acaso. ¿Lo haría por wassap? ¿Por videollamada, tan de moda ahora? Hola amigos, os he reunido aquí por si la diño. Os quiero a todos, perdonadme por mis continuas gilipolleces y a vivir lo que podáis hasta la siguiente pandemia. Por favor, que acabe ya la noche, tortura penumbrosa donde no encuenteo refugio alguno ni aliento cercano.

Y no querer contar a nadie el miedo que tengo. Disimular y apretar los dientes. ¿Es que acaso ha llegado la hora de.mi.muerte?¿Es que acaso debo estar ya muerto?¿Cabe más miedo en la mente?¿Es.posible dejar de pensar, en una fría camilla, engullido por la voracidad de tus propios temores? ¿Y mis compañeros, dónde están mis compañeros abatidos en la batalla?

No escribo como hablo, no hablo como pienso, no pienso como debería pensar, y así sucesivamente hasta las más profundas tinieblas. Es todo tan kafkiano...Un Kafka sin moto,sin talento y sin un amigo que te conduzca a la gloria de manera póstuma. 

Tú por si acaso ve dibujando la espiral de la derrota...


https://youtu.be/dtwHkkUIB9Q


Comentarios
* No se publicará la dirección de correo electrónico en el sitio web.
ESTE SITIO FUE CONSTRUIDO USANDO