Como un tiburón pardillo y tímido que se acerca a sus presas, esquivé las corcheras hasta, poco a poco, llegar al destino acotado. Las presas estaban conformadas por una decena larga de mozas mediocentenarias e incluso septuagenarias, que movían sus mollas cuales cachalotes infelices e impudorosos. La música empezó a sonar de manera estridente, y ahí en medio me encontraba yo, camuflado en mi gorro cada vez más, implorando perdón y clemencia por mis continuos pecados.
Una voz potente y radiofónica sonó por todo nuestro espacio acústico, y apareció la atlética monitora, exigiendo atención y férrea disposición. Me pareció notar una mirada de patetismo hacia mi persona, pero ya no había marcha atrás. Ya me encontraba saltando y retozando, escupiendo por la boca el agua que tragaba, entre el clamor in crescendo de la música discotequera, los gritos de la profesora, y las continuas risotadas de losjoviales cachalotes. ¿Formaba yo parte de la manada de cachalotes sin darme cuenta?
Una vez pasé este trago, me acomodé a esta actividad. Me sentí, efectivamente, un cachalote más, y he aguantado un año. Para mi, es una proeza, tanto en lo físico como en lo psíquico. Y es que ha habido ocasiones donde prácticamente éramos tres cachalotes en las clases, dando mucha vergüenza incorporarse al grupo, pero he sacado mi (¿varonil?) orgullo y mi (¿varonil?) casta y hemos hecho piña como grupo. Siendo varón, hay que reconocer que cuesta aceptar que de 30 cachalotes hembra, el único cachalote macho (?¿) sea yo. ¡Pero hoy puedo decir que pertenezco al grupo del Aquagym!
Yo, entre que en la piscina voy sin gafas y que portamos gorritos acuáticos, en la calle no reconozco a mis compañeras de tortura acuática, y es una pena, porque me saludan fuera del contexto piscinero a veces mozas maduritas a las que sin el uniforme de guerra, no reconozco (ni querría reconocer, la verdad). Pero devuelvo siempre el saludo y la sonrisa, pensando que es una compañera de batallas cloradas, y entre nosotros hay una sana y deportiva unión, no en vano pertenecemos a la raza de los cachalotes. Afortunadamente no coincidimos en vestuarios.
Si la clase es matutina y la música es bella, tras el monitor/a aparece un paisaje fermoso, donde se dibuja un cielo azul límpido, o surcado por nubes o lejanas líneas blancas finas de aviones, o llueve finamente en un entorno gris melancólico. Y se reflexiona sobre las sensaciones del día, los sentimientos enfrentados o encontrados, sobre el día próximo, con sus quehaceres y preocupaciones. Y la mente descansa, levita, se calma, se destensa. ¡Viva el aquagym! Debo ser el único ser humano que ha sido capaz de conmemorar tal efemérides. Sin comentarios.