20 Oct
20Oct

Recién comprado el piso, el vecino del 5º vino a casa para que se la mostrara; él llevaba ya viviendo un año en nuestro bloque. Al llegar a la cocina, contempló los azulejos y me preguntó si tuve que alicatar. Alicatar. Un infinitivo que siempre me ha atormentado cuando lo escuchaba porque desconocía su siniestro significado, pero como cuando lo he ido escuchando nunca me invocaban, no mostré jamás interés por saber qué significaba. ¿Qué respondo?, me pregunté alarmado. ¿Qué coño es alicatar? Salí por la tangente dado que la cocina estaba tal como se compró la vivienda, ya arreglada, con lo cual respondí airoso el asunto en cuestión, pero me obligué a mí mismo a investigar el vocablo y el por qué tantos hombres lo utilizaban en conversaciones cotidianas, como si hablaran de fútbol.


Alicatar. Yo alicato. Tú alicatas. El alicata. Cuando averigüé el trasfondo del concepto, percibí cómo subía mi nivel de testosterona, me sentí más macho. Y eso que nunca había alicatado en mi vida; supongo que el día que lleve a cabo una tarea tan masculina, me sentiré un gran Macho Man. Pero ese día aún no ha llegado. Alicatar o no alicatar. He ahí la cuestión.


Según la RAE, alicatar tiene dos principales acepciones: revestir algo de azulejos y cortar o raer los azulejos para darles la forma conveniente. Aclarada la duda conceptual, dirigí mis pasos a descubrir qué familiar o amigo pudiera tener expectativas próximas de acometer tan bello propósito, el de alicatar una cocina, para saborear la experiencia completa: lo teórico y lo práctico. Pero no lo encontré entonces, ni aún lo he encontrado. O no quieren contar conmigo, tan conocidas como son mis habilidades manuales. O llaman a albañiles, lo que es peor. Qué vergüenza, los hombres ya no saben alicatar y acuden a profesionales. Se acabó el amateurismo en lo que alicatar se refiere. O tempora o mores. 


Y desde la delicia de alicatar podemos ir a miles de conceptos también deliciosos sobre los que soy incapaz de opinar con soltura o tener formada una opinión respetable. Todo se redirige a ser un manitas o no serlo, también he ahí nuevamente una cuestión. Pero honestamente...¿dónde coño se aprenden estas labores? Deberían estar en la programación académica de los colegios, carajo. Que nos den un barniz mínimo, sobre todo a los trastos. Y es que en una casa, hay miles de pequeñeces y otras medianeces que te obligan a tener conocimientos para saber mantenerlas y repararlas, ya sea por el paso del tiempo o por alguna trastada que haga que se deterioren. Repasando mi historia personal, pienso en escenas de mi vida donde lo he pasado mal ante mi ínfimo savoir faire. Donde también me pongo en evidencia es en las ferreterías o tiendas ad hoc, donde debo comprar productos con nombres muy técnicos que yo no conozco. La de circunloquios que doy hasta que el empleado de turno alcanza a comprenderme...Se pasa mal, coño. Y luego resulta que todo tiene un nombre conciso, rápido, con el que entre ellos, entre los manitas, se entienden a la perfección de inmediato.


Las cisternas


Las odio a muerte. Tuve yo una época donde creí que no tenían secretos para mí, que controlaba todos sus mecanismos, ruidos y desperfectos. Arreglé o creí haber arreglado un par de ellas, y vi el cielo abierto: las domino, pensaba iluso. Efectivamente, volvían a estropearse, porque el supuesto arreglo no era tal, era un parchecillo temporal. Cuando escuchaba el chorrillo de agua volcarse cuando debía estar bien cerrado, se me llevaban los demonios.


Detesto profundamente ese corcho blanco repugnante que asciende sobre el agua fría, el tacto con la cerámica, el gorjeo que irrumpe con fuerza y salpica, el sonido de llenado...No puedo.


Los enchufes y la electricidad


Si con las cisternas al menos me he atrevido a abordarlas, con los enchufes no he podido, pues siempre los he contemplado como de auténtica ciencia ficción. Esos dos agujerillos empotrados, sustentados en un aparatejo cuadrangular adherido a la pared...¿Qué hay detrás de un enchufe?¿Qué esconden esos dos agujerillos?


Y las lámparas... en fin.¿Cómo se colocan correctamente en el techo, conectándolas con los cables adecuados?¿Y las instrucciones? Todo son berrinches.


La electricidad que circula por las casas es un misterio propio de Stephen King, donde yo simplemente llego a saber que hay que cortar la luz para acometer algún arreglo. Pero es que además de los enchufes, están esos cables peculiares, y esas terminaciones de esos cables. ¿ Y cuando pelas un cable?...Madre mía, es otro universo, hay unos hilillos coloreados siniestros, cómo se abrazan unos a otros, qué recorridos tan sinuosos y sibilinos ofrecen, el diablo está aquí dentro seguro. ¿Dónde va cada uno?


Montar muebles


Llegan esas cajas embaladas tan incómodas de abrir, y cuando lo logras, que ahí llego, te encuentras con diversas estructuras protegidas por fuertes plásticos, así como unas pequeñas hojas que sirven de instrucciones. Aparecen también bolsitas con tornillos, tuercas y llaves allen, la mar de apañadas.


Por más que siga el orden numérico que pautan las instrucciones, nunca sale a la primera, siempre hay dificultades añadidas que nunca te esperas: este tornillo no va aquí, va allí con la consecuente vuelta a empezar, había que poner en cruz esta estructura y no lo has hecho, o qué sé yo, el embellecedor no termina de cubrir los pequeños agujeros.


Ya no me engañan las frases facilonas que indican que el montaje es sencillo. No. Si veo ese mensaje en la publicidad del producto, me echo a temblar, y estadísticamente, son los que más me cuestan. Huyo de ellos.


Los grifos y las tuberías


No hablo de mitología de águilas leonadas, pero casi, porque proceder a arreglar grifos y sus continuaciones a través de esas tuberías que descienden, encajan en t con otras, giran haciendo ángulo recto, y acumulan miseria humana cual arteriosclerosis, es otro capítulo donde si apareciera un elfo del interior sería lo más natural del mundo.  


¿Hacia dónde van esas canalizaciones  subterráneas?¿Me encontraría a ValJean por esos túneles oscuros llevando a cuestas al mismísimo Marius?


¡Qué tendencia tan exasperante a gotear muestran las jodidas! He tenido miedo a inundar la casa en algunas ocasiones, y todo por no querer cortar el agua, por cabezonería; es algo similar a no querer preguntar a alguien por alguna dirección cuando vas perdido. Lamentable.


El Trompo


No todo va a ser negativo. Con el trompo he logrado alcanzar cierta destreza. Conozco los diferentes calibres, y me invade una ola de masculinidad adolescente cuando taladro una pared. He colocado cuadros, todo lo más, pero al menos, sí que lo he hecho, y los cuadros, aún no se han caído.


Me siento como Thor con el Martillo, pero con trompo, vestido de chándal de andar por casa, e imitando la pose y el ristrus de Terminator cuando termino de agujerear.  Me apasiona su terrible sonido al contactar con la pared, y pienso en lo que deben pensar los vecinos: qué buen manitas es el del trompo. Ilusos. 


La Unión de los No Manitas

A veces, cuando nos reunimos varias personas aparentemente masculinas, surge entre tres o cuatro una conversación relacionada con estas tareas. Yo bajo la cabeza, algo humillado, pues es como si hablaran en el chino mandarín del siglo XVI; observo su pasión, sus palabras enfervorizadas, sus vocablos impenetrables en lo que a significados se refiere. De vez en cuando encuentro una mirada cómplice que anda perdida, como yo, y me invita a pensar en la creación de una asociación de no manitas, donde no sintamos vergüenza, donde podamos decir en voz alta que no sabemos arreglar una cisterna, donde no me tenga que poner colorado cuando tras 5 horas con el freno de una bici, me tenga que desentender del asunto por absoluta inoperancia. Unámonos.

Desde aquí, me gustaría realizar una llamada de socorro, un grito para que los no manitas nos unamos, nos protejamos, nos queramos; creemos una plataforma donde no permitamos insultos o humillaciones, pero además, siendo prácticos y positivos, creemos además unos talleres teórico prácticos donde recibamos unas mínimas nociones para no pelearte más con una cisterna, o con un mueble, o con un puto cable.

Creo que habría muchos adeptos, y creo que sería muy sano la creación de esta asociación; nos reiríamos de nosotros mismos, no cachondearíamos de los manitas y sus vocablos, y al mismo tiempo, llevaríamos a cabo un aprendizaje; todo sería constructivo.



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