La ciudad duerme y arrastras una maleta. Luces de ciudad dormida, vísperas de puente. Lisboa te espera.
Cada vez que me voy de viaje, no sé si volveré, y esa idea retumba en mi en una mezcla de intranquilidad y felicidad, que hace sentirme vivo. Retengo el presente escribiendo estas sensaciones.
Los kilómetros me acompañarán, igual que a todos los viajeros, las calles lisboetas me arroparán y me darán cobijo, unos días, unos momentos.
Aún no es de día, el olor a café me despierta más que su paso por mi sistema digestivo, la maleta me pesa más en cada viaje. Estoy más viejo, pero hoy va a hacer un día espléndido. Como si fuera Billy Corgan conduciendo una furgoneta blanca por tierras desérticas, enfilo la puerta. Para mañana queda mucho.